Mi primera incursión en la pastelería fue para un encargo de Lorena. Fue mientras estaba abriendo la panadería y me lo pidió como un favor personal. Resulta que era la despedida de soltera de su prima y quería pastelitos en forma de polla. Eran pastelitos, así que sin problema. La cosa se complicó cuando también me pidió una tarta. Pero una señora tarta en forma de rabo. Y yo me lo tomé como un reto. Porque iba a ser difícil hacer un pastel en forma de falo de cinco kilos para todas las invitadas de una despedida de soltera. Y allí me puse yo. La verdad es que creo que me emocioné con ese encargo (y por la falta de sexo) y acabó siendo un poco más realista de lo que tenía que ser, ya que hasta me molesté en hacerle las venas. A las invitadas les encantó. Gracias a Dios que, en una despedida, entre la calentura que hay en el ambiente y el alcohol, todo lo que sea una guarrada es bien recibido. Una de las invitadas quiso comparar mi tarta con la del stripper. Pero eso ya es otro tema.
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