Murmullos que expresaban asombro inundaron el lugar.
La cara de William era distinta y poco familiar, como si buscara desesperadamente una excusa:
—¡Eso fue porque Amelia quería aprovechar sus contactos para aterrizar antes…!
Marcelo lo interrumpió con voz firme y severa:
—William, ¿tantos años como despachador y ya olvidaste las reglas? Si hay un pasajero en estado crítico, solicitar un aterrizaje prioritario no solo es razonable, ¡es obligatorio!
William se quedó callado, las palabras se le quedaron atoradas en la garganta.
Marcelo continuó, sin darle ni siquiera un respiro para responder:
—¿No estabas tan curioso por saber qué hizo Amelia durante esa semana de permiso? Bien, te lo diré. ¡Esa mujer, para evitar que el aeropuerto te despidiera, suplicó a quien hizo falta! Bebió hasta terminar con hemorragia gástrica porque con quienes debía que hablar solo la invitaban a trago, y estuvo hospitalizada por una semana.
Las palabras cayeron como martillos sobre William, que permanecía inm