Escuché novedades de William por primera vez un mes después de haber llegado a Puerto Mar.
Sin señal de él durante todo ese tiempo, me había acostumbrado a convivir con los demás miembros del equipo. Pasábamos los días explorando y maravillándonos con el lugar.
A pesar del mucho frío que hacía allí, mi corazón estaba cálido.
Aquel día, por fin tuvimos señal, y todos se apartaron para llamar a sus familias.
Yo, en cambio, agarré mi celular sin saber a quién escribirle.
Abrí WhatsApp y vi más de cien mensajes sin leer. Con desinterés, le eché una ojeada a todos, sin encontrar ninguno que quisiera responder.
Hasta que apareció uno de Samir.
Su mensaje me informó sobre el destino de William.
Poco después de mi partida hacia Puerto Mar, se dictó la sentencia de su juicio.
William lo perdió todo: su trabajo, su familia, y, por supuesto, a su hija. Además, fue condenado a cinco años de prisión.
La noticia lo destruyó por completo.
En su desesperación, gastó una gran suma de dinero en contrata