Mi papá me echó de casa en plena nevada, solo porque comí un pedazo más de pollo frito que mi hermanito. Días después, él, que era arqueólogo, desenterró mi cuerpo. Ni me reconoció, aunque bueno, me faltaba la cabeza. Tenía hasta la misma cicatriz que yo, pero ni caso le hizo. Lo peor vino después: mi madre extrajo mi corazón y lo exhibió como material de estudio para sus alumnos, y demostró: —Miren todos, este es un ejemplo perfecto de una enfermedad cardíaca congénita. Vamos a estudiarlo. Sin embargo, ella siempre me había dicho que me reconocería sin importar en lo que me convirtiera. "Ahora solo queda mi corazón. Mamá, ¿todavía puedes reconocerme?", con cierta curiosidad pregunté con mi alma.
Leer másAnte el exhaustivo interrogatorio de los policías, Justino bajó la cabeza en absoluto silencio, admitiendo implícitamente todos los cargos. Mi madre, destrozada por completo, gritó con desgarradora angustia:—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué le hiciste eso a mi hija, maldito monstruo?!Luego, como si el dolor la consumiera por dentro, comenzó a abofetearse frenéticamente mientras desconsolada murmuraba:—¡Eliana, perdóname! Después de todo lo que te hice, tú aún seguías pensando en protegerme.El sonido seco de las bofetadas resonaba con fuerza en toda la comisaría, pero no despertó en mí el menor sentimiento. Mi corazón ya había sido destrozado por ella hace muchísimo tiempo.En un ligero intento por reducir su condena, Justino denunció a mi madre, revelando que había robado un corazón de un cadáver, violando gravemente la ética médica.Al verlos destruirse mutuamente, solo pude esbozar una amarga sonrisa. Como un alma errante que observaba todo desde las sombras, nunca me había sentido tan lib
Así fue como sucedió: después de que Emiliano me ató a una enorme roca y me golpeó, aún estaba consciente. Poco a poco, me di cuenta de que todo a mi alrededor se desmoronaba. Con desesperación, traté de desatar las cuerdas que con fuerza sujetaban mis pies, pero no lo logré. La tierra comenzaba a filtrarse, imparable, por mi nariz.En ese instante, mis gritos de auxilio resonaron en la oscuridad, clamando de manera instintiva por mis padres. Sin embargo, mi padre yacía dormido, abrazado a su esposa, mientras mi madre estaba cantándole una canción de cuna a su hija preferida. Nadie se preocupó por mí. Solo me quedaba aguardar la implacable muerte en aquel espacio sombrío y estrecho.—¿Y eso qué? —respondió Luana con desprecio—. Ya lo dije, ella murió porque tuvo mala suerte y punto. Además, mi hijo apenas tiene 16 años. No pueden imponerle una condena severa, menos aún si no hubo intención alguna. Cuando mucho, bastaría con que Emiliano rece por Eliana y mande oficiar algunas misas en
Me quedé pegada siguiendo a mi mamá y a los policías hasta que regresamos al Monte Dientes. Apenas llegaron a la comisaría, mi papá quiso salir corriendo para la casa, pero los policías no lo dejaron.Los oficiales decidieron organizar una nueva búsqueda en Monte Dientes. Mi padre, como parte de un equipo de arqueología, fue obligado a acompañarlos para evitar daños accidentales a la tumba histórica durante la rigurosa excavación. Para sorpresa de todos, mi madre se ofreció de forma voluntaria a unirse al grupo de búsqueda.Al llegar al sitio, todos comenzaron a buscar con dedicación, excepto mi padre, cuya mente vagaba evidentemente en otra parte. Observé con detenimiento que actuaba con torpeza de manera tan obvia, que resultaba casi gracioso.Durante esta nueva búsqueda, los policías encontraron el carnet estudiantil de Emiliano. Mi madre, al verlo, corrió apresurada hacia mi padre y le propinó una feroz bofetada que resonó en el aire mientras gritaba:—¡Tu hijo asesinó a mi hija!
La policía, naturalmente, se opuso a la cremación. Decidieron por lo tanto continuar las investigaciones en la universidad. Mi padre insistió en acompañarlos y mi madre, no queriendo quedarse atrás, también se unió decidida al grupo.En el camino, los oficiales revelaron un detalle perturbador: mis muñecas mostraban múltiples cortes autoinfligidos.—Eliana aparentemente sufría de problemas psicológicos —señaló uno de los agentes, su sombría mirada alternando entre mis padres—. Como sus padres, ¿nunca notaron nada? El tribunal dictaminó que quedara bajo custodia materna. ¿Cómo es posible que nunca notaste estas señales?Mi madre guardó absoluto silencio. Para ella, divorciarse de mi padre significaba también dejar atrás a una hija que se parecía tanto a él.Al llegar a la universidad, los policías intentaron contactar al consejero estudiantil, pero fueron recibidos en ese instante por Olivia Vera. El antiguo consejero, según explicó, había sido despedido.En la noche de mi muerte, el mu
Con una incredulidad total, mi padre masculló entre dientes: —Eliana... ¿ella es realmente mi hija?Mi madre, con un dejo de irritación en la voz, respondió cortante:—Te lo dije mil veces, jamás te fui infiel.Mi padre, sosteniendo con tristeza el informe de ADN, se arrodilló en el suelo, consumido por el agudo dolor y lloró:—¡Soy un desgraciado! He ignorado mi hija durante todos estos años.Mi madre se incorporó con una frialdad perturbadora, dispuesta a marcharse, pero los oficiales le cerraron el paso.—Ya está confirmado que el cuerpo es de Eliana —pronunció con calma—. Además, su padre está aquí. Si necesitan algo, hablen con él.—¡Pero tú eres su madre! —estalló encolerizado mi padre.De pronto, como si algo se quebrara en su interior, mi madre perdió toda compostura: —¡¿Soy su madre, y qué?! —rugió—. ¡En casa tengo otra hija con una cardiopatía que necesita mis cuidados!Su voz se fue apagando hasta convertirse solo en un susurro, mientras su cuerpo se derrumbaba como una tri
La sonrisa de mi madre se fue borrando poco a poco. Se quedó mirando perpleja la pantalla del computador sin decir nada, como perdida en otro mundo. Luego, revisó atenta su celular varias veces para asegurarse de que no era una llamada falsa. Finalmente, agarró las llaves del auto y se preparó para salir.Ya en el auto, llamó a casa. Una vocecita tierna contestó: —Mami, ¿cuándo vas a volver? Te extraño mucho.El rostro de mi madre se enterneció al instante, y respondió con cariño: —Yo también te extraño muchísimo, mi corazón, pero tengo que hacer algo importante. Pórtate bien y acuéstate temprano después de cenar, ¿sí?Colgó el teléfono y arrancó de inmediato el auto. Su rostro, sin embargo, no reflejaba ninguna emoción. No podía descifrar lo que sentía en ese momento. “¿Esta triste? ¿O quizá aliviada? ¿Tal vez está feliz?”, me pregunté curiosa.Cuando llegó a la policía, vio que mi padre ya estaba allí. Se sentaron uno al lado del otro, con caras de disgusto.Fue mi padre quien rom
Último capítulo