Capítulo 2
Intenté reestablecer el contacto con la torre de control.

La voz impaciente de William se escuchó del otro lado:

—¡El vuelo C2991 tiene una situación especial y debe aterrizar primero! Ustedes sigan volando por ahí como pajaritos.

Le respondí con firmeza:

—Estamos en un cumulo de nube cargado con una importante tormenta eléctrica...

William se rio sarcásticamente:

—¡Ya basta, Amelia! Te vales de cualquier patraña para asegurarte de poder aterrizar sin problemas, hasta inventar semejantes mentiras, hay otras aeronaves que también necesitan aterrizar y están preocupadas de la tormenta y del combustible restante, y es más urgente por lo que debes esperar.

—Prosigue, ¿no me vas a decir de nuevo que tu hija otra vez está al borde de la muerte?

Suspire luchando por controlar mi enojo y no entrar en un arrebato de rabia.

—William, lo que estás haciendo es completamente ilegal.

—¡Hay más de trescientas almas a bordo de este avión!

—¿Y las otras trescientas vidas de los demás aviones no te importan acaso? —respondió con crueldad, casi escupiendo las palabras. — Desde el principio, solo te has preocupado por salvarte el pellejo. ¡Eres la persona más egoísta que he conocido!

Entonces, escuché una voz suave y cálida de fondo:

—¡Dios mío, William! ¿Esta es la torre de control? Es la primera vez que vengo...

Era Nicole.

Sentí mucho dolor al darme de cuenta. Después de lo que había pasado antes, esperaba que esto no pudiera ponerse peor.

Mi hija siempre sintió curiosidad por el lugar donde trabajaba su papá. Había pedido muchas veces visitarlo. Cuando cumplió seis años, incluso pedí ese deseo en su nombre.

Pero William se negó rotundamente, sin siquiera considerarlo:

—¿A su edad sigue siendo tan caprichosa? ¡La torre no es lugar para cualquier zángano!

El cuerpo de mi niña aún conservaba su calor, pero William ya había traído a Nicole a la torre de control.

Hablé con rabia:

—William, si un avión sufre un accidente, tú también serás el culpable.

—¿Sabes cuánto me costó convencer a todos de que no te despidieran aquella vez?

William se rio e interrumpiéndome dijo:

—¡Amelia, eres una cínica! ¿Acaso crees que no me entero de nada?

—La vez pasada, si no fuera por Nicole, ya estaría desempleado. Ella fue quien se encargó de rebajar mi sanción.

—Y tú, no solo fuiste indiferente conmigo en ese entonces, ¡ahora tienes la desfachatez de adjudicarte el mérito que le pertenece a Nicole! ¡Descarada!

Sentí una ola de incredulidad que me abrumaba. Respondí, consciente de lo absurdo de la situación:

—¿Estás diciendo que fue ella? ¡Eso es imposible! ¡En ese momento, no cabía duda de que...!

Pero la comunicación se cortó de nuevo.

Y mis explicaciones se quedaron atrapadas en mi garganta, sin poder llegar a William.

Aunque, en el fondo, yo lo sabía.

Mientras Nicole estuviera presente, no importaba cuánto lo explicara, William no iba a escuchar ni una sola palabra.

Cuando me casé con William, no sabía que ya tenía alguien a quien llamaba, mi sol.

Le di todo mi amor y devoción sin reservas, pensando que podíamos estar juntos hasta el final de nuestros días.

Para los demás, éramos la imagen perfecta de una familia feliz: esposo, esposa trabajando en aviación, y una hija hermosa con ellos.

Pero cuando mi hija cumplió cinco años, Nicole regresó al país.

Al principio, William solo parecía distraído, regresando a casa cada vez más tarde.

Nunca lo cuestioné, confiaba en él.

Hasta que cometió un error garrafal.

Dicen que, mientras coordinaba el despegue de dos aviones, se distrajo y casi provocó que se chocaran a toda velocidad.

El error fue tan grave que lo suspendieron inmediatamente y estuvo a punto de ser despedido.

Para proteger su trabajo, hice lo inimaginable. Supliqué a quien fuera necesario, entre rogar y rogar me emborraché tantas veces con quien fuese que pudiera ayudarle que hasta acabar en el hospital con una grave hemorragia gástrica. Casi pierdo la vida en ese entonces.

Esa hospitalización me obligó a tomar una semana de descanso. Ni siquiera me atreví a decirle a William, le dije que estaba de vacaciones.

Gracias a eso, fue que pudo conservar su empleo, aunque con una sanción.

Pero, ¿quién iba a imaginar que ahora ese sacrificio se lo atribuiría a la tal Nicole?

De pronto, todo cobró sentido. Después de ese incidente, William se volvió completamente indiferente conmigo.

En cambio, Nicole se convirtió en su máxima prioridad.

Si ella haciendo comida se lastimaba un dedo, William se olvidaba a nuestra hija enferma con fiebre para ir a atenderla a ella.

Si ella se sentía triste, él, que nunca había cocinado en casa, le preparaba comida para consolarla.

En mi vida pasada, cuando Nicole tuvo su accidente, William se mantuvo en silencio por casi una semana, sin decir nada.

Yo pensaba que había reflexionado y entendido que nuestra familia era lo importante.

Pero no fue así.

Solo al parecer estaba esperando el momento perfecto para vengar lo que le sucedió a su amada.
Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App