53. Amar y proteger
Para los dos italianos, los minutos se hicieron eternos, mientras las enfermeras preparaban a sus esposas para dar a luz e hicieron que ellos también se prepararan.
Los dos apenas se miraron para entrar cada uno en la habitación de su mujer.
Cuando Marco entró a la habitación y vio la palidez de Polina apretó la mandíbula, su tensión se incrementó al escucharla gritar su nombre de dolor. Sin dudarlo corrió a su lado impotente de no poder hacer nada por aliviarle ese dolor.
—Estoy aquí, principessa —susurró él sobre su sien apretando suavemente su mano.
—Tardaste una eternidad —gruñó ella con los dientes apretados.
—Traté de venir lo más pronto que pude.
Ella estaba dispuesta a protestar, pero alzó su mirada encontrando en su rostro la expresión letal que Marco irradiaba. Parecía estar dispuesto a matar a los médicos que la rodeaban si algo malo le pasaba.
Casi sonrió, si no fuera por el dolor que volvía a golpear sus entrañas.
—¡Ah!
—Muy bien, señora Ricci. Debe pujar cuando sienta c