48. Traición, demasiado cerca
La carretera se extendía negra frente a ellos, con apenas la luz de los faros cortando la niebla de la madrugada.
El silencio era insoportable, solo roto por la respiración entrecortada de Valerik y el golpeteo de sus dedos contra el volante. Dimitry iba revisando los datos en su teléfono, con el rostro pétreo.
—Ya no se mueve, hace rato el dispositivo dejó de emitir señal —murmuró apretando los dientes.
Valerik giró la cabeza de golpe.
—¿Qué jodidamente significa eso? No estoy para tus mierdas tecnológicas.
—Que o lo apagaron… o lo destrozaron.
Dimitry alzó la vista. Los faros iluminaron lo inevitable, un auto casi destrozado contra los árboles. El humo aún salía del capó doblado.
—¡Rashel! —el grito de Valerik fue puro instinto.
Detuvo el auto en seco, salió antes de que frenara del todo y corrió como un loco hacia el vehículo.
Dimitry salió detrás, pero se contuvo, observando la escena como estratega y hermano al mismo tiempo. Los dos no podían perder la cabeza, siempre cuando él