No era fácil vivir siendo la esposa de Théo Campos, ya que siempre escuchaba que no estaba a su altura. Siempre era comparada y, dondequiera que fuese, había alguien que quisiera robar su lugar. Lo más correcto sería, después de todo, desaparecer de aquel lugar, de la vista de todas las personas, aunque por eso tuviera que dejar atrás a algunas con las que había creado lazos. Pensando así, Maia se acostó en su cama improvisada en el suelo para pasar la última noche en el barco.
—Maia, ¿todavía con esa idea de dormir en el suelo? Esta es nuestra última noche aquí; acuéstate en la cama y vamos a descansar. —Théo insistía, viendo las sábanas que ella tiraba en el suelo.
—No te preocupes por mí, está todo bien. —Respondió brevemente.
No quería conversar mucho, no cometería los errores que cometió antes. Los dos debían mantener distancia el uno del otro, para así no confundir las cosas.
—No voy a acercarme a ti, no necesitas preocuparte por eso, acuéstate aquí y ponte cómoda.
—Ya estoy cóm