Al despertar por la mañana, antes incluso de abrir los ojos, Maia sintió el intenso olor del perfume de Théo y pensó que estaba abrazando su almohada.
—¿Por qué tienes que oler tan bien? —preguntaba, abrazando aún más.
—No me culpes por algo que no controlo. —Théo respondió entrecortado.
Fue entonces cuando ella se acordó de la noche anterior. De inmediato, saltó de la cama, lo que terminó asustándolo.
—Maia, ¿son esos modos de despertarme por la mañana? —preguntó aún somnoliento.
—Yo no quería despertarte. —Habló, sintiendo mucha vergüenza. No creía que los dos se hubieran dormido juntos, abrazados, y mucho menos lo que acababa de decir.
—¿Por qué saltaste tan bruscamente de la cama? ¿Acaso estamos atrasados?
—No, no es eso. —No sabía cómo comportarse.
—Entonces ven y acuéstate aquí de nuevo. Hace mucho frío para salir de la cama así. —Extendió el brazo, invitándola a subir a la cama otra vez y a acostarse a su lado.
—No voy a acostarme más. —Se alejó de la cama, caminando hacia el b