Maia sabía que ese extraño sentimiento no podía ser llevado adelante, ya que Théo no era un hombre para ella, fuese por sus actitudes o por su clase social. A lo que él se refería era que debía protegerla porque era su obligación, mientras las dos estuviesen en su casa.
Al menos eso era lo que ella obligaba a su mente a creer.
—Está bien. —Se alejó de él. —Si tú garantizas que ella estará segura, me quedo más tranquila. Espero que tengas razón; cuando tu abuelo descubra que terminaste casándote con una madre soltera, querrá que renuncies a eso y desistirá de obligarte a casarte con otra mujer.
—Y así, nos separaremos y cada uno seguirá su vida. —Él completó.
Sin embargo, en su voz pareció pesar una pequeña dosis de melancolía, como si aquella frase lo entristeciera.
—¿Por qué saliste de la conferencia más temprano? —ella preguntó, al ver que se había instalado un silencio en el cuarto.
—Salí para ver cómo estabas. Imaginé que podrías tener algún problema, ya que noté que, anoche, no d