Mientras estaba encerrada en el cuarto de su «casa», por no querer salir a los otros ambientes, solo para evitar a los invitados indeseables, el teléfono de Maia empezó a sonar.
Mirando la pantalla, vio que se trataba de Théo. Rápidamente tomó el teléfono y atendió la llamada.
—Hola, Théo, ¿pasó algo? —La declaración fue directa.
—Dime, ¿cómo están las cosas por ahí? —Su voz parecía preocupada, pero creía que era solo impresión suya.
—Bien, como debes imaginar, sigo en el cuarto y, para ser sincera, no pretendo salir tan pronto.
—¿Te olvidaste de que esta casa, en este momento, también es tuya? Deberías marcar tu territorio, si fuera para tener una esposa que se quedara solo en el cuarto, habría elegido a alguien como Andreza, que, al menos, me daría algún retorno, si es que me entiendes.
La frase del hombre la dejó desconcertada, no sabía por qué él tocó en el nombre de aquella mujer, pues solo de recordar las cosas que escuchó y terminó viendo en aquel apartamento, se sintió un poco