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Cuando la mujer dijo aquello, sobre tener un hijo y ser madre soltera, el corazón de Maia se hizo pedazos, ella sabía lo difícil que era cuidar de un niño sola, aún más estando desempleada.

Que la mujer había sido soberbia, no podía negarlo, pero ya había recibido su castigo por ser llamada la atención en público, por el propio dueño de la empresa incluso.

Maia ya consideraba que era suficiente, y que despedir a la mujer sería muy exagerado.

Pero también sabía que no tenía ninguna influencia sobre Théo, y que aunque quisiera interceder por aquella infeliz, era la palabra de él la que valía y bastaba allí.

—Vamos, Maia. —La llamó nuevamente, con un tono aterrador, al notar que ella aún estaba parada allí.

Dejando a la mujer atrás, salió caminando rápido, intentando acompañarlo, ya que él caminaba con pasos largos. Miró hacia atrás una vez más y vio que la mujer aún imploraba por su misericordia.

Decidió hablar con él, pero no podía garantizar nada.

Fue lo que dijo antes de desaparece
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