En la empresa donde trabajaba, Théo estaba furioso por ver que Fábio no paraba de desternillarse de risa en su cara, después de escuchar todo lo que había pasado la noche anterior.
—Yo sabía que eso saldría mal, Dios mío, qué vergüenza pasaste. —Casi se atragantaba. —Más que feo, un hombre recién casado siendo recogido por la esposa en la casa de una chica de programa.
—¿Vas a dejar de reírte, o quieres que espere un poco más? —preguntó serio.
—Por favor, espera un poco más, no puedo dejar que esto pase así, sin aprovechar al máximo los acontecimientos.
Viendo que el hombre no dejaba de burlarse de él, se levantó de la silla, haciendo señal de que saldría de allí.
—Está bien, ya paré. No necesitas salir.
—¿Crees que estoy haciendo una obra teatral, Fábio? La cosa fue seria de verdad, y lo peor es que ni siquiera sé qué diablos le habrá dicho Andreza a Maia mientras yo estaba inconsciente.
—¿Cómo así? —Se confundió.
Théo miró bien la cara del hombre frente a él y sabía que jamás en su