Viendo que Théo no estaba en el mejor estado para conversaciones, Maia intentaría hacer que el señor Joaquim cambiara de idea sobre querer conversar en aquel horario.
—Señor Joaquim, ¿podría hablar con Théo mañana? Hoy su día fue muy agitado; no está en condiciones de decir nada. —Maia intentó suavizar el ambiente.
Théo estaba somnoliento y apoyaba el cuerpo en Maia para caminar o mantenerse de pie. Con seguridad, el viaje, que terminó siendo lento hasta casa, lo dejó aún más ebrio.
—¿Quién te dio el derecho de dirigirme la palabra? —El anciano preguntó, furioso.
—Solo estoy diciendo que Théo no se está sintiendo bien. Es mejor que conversen mañana. —Respondió con paciencia, aunque por dentro no le gustaba la forma en que el hombre se dirigía a ella.
—No tienes derecho de interferir en la conversación entre mi nieto y yo. Para decir la verdad, quiero saber qué sigues haciendo en esta casa. Después de la vergüenza que nos hiciste pasar, ya debería Théo haberte expulsado de aquí. Como p