Maia prefirió creer que lo que acababa de imaginar era cosa de su cabeza.
—No imaginaba que Théo pensara tanto en mí. —Dijo de un modo inocente, sin ninguna malicia.
—Ah, puedes creer que piensa mucho y ni quieras saber cómo. —La mujer volvió a reír nuevamente. —Entra, voy a mostrarte dónde está desmayado.
Maia entró con vergüenza en aquel apartamento. El lugar era muy extraño; las luces estaban apagadas y solo había una lámpara roja iluminando el ambiente. Un humo extraño estaba por todo el lugar y sonaba una música internacional.
—Puedes venir hasta aquí, amor, él no va a despertarse solo, y creo que nosotras dos no vamos a poder levantarlo. —La mujer señaló un cuarto, que también seguía el mismo estilo de la sala.
Cuando Maia entró en aquel espacio, casi tuvo un mini infarto al ver a Théo acostado en la cama, tal como vino al mundo. Inmediatamente tapó los ojos y dio la vuelta, con la intención de desver aquello, pero la imagen que acababa de ver estaba girando en sus pensamientos,