Hospital Nexxus
Sídney estaba allí, apoyada contra la fría pared del hospital, con los brazos cruzados, observando su reloj una y otra vez.
Cada tic-tac parecía resonar dentro de su cabeza como un recordatorio del tiempo que corría, de cada segundo que pasaba sin que pudiera hacer nada.
Sus pensamientos se agolpaban:
“Debe estar bien… todo debe salir bien. No puedo fallar a lo que tengo que hacer, no ahora, no cuando todo está en juego”.
Entonces, las puertas automáticas del hospital se abrieron con un chirrido metálico. Una ráfaga de aire fresco y olor a desinfectante entró, y con ella apareció Leslie.
La mujer corría, sus tacones golpeaban con fuerza sobre el suelo, pero su paso era torpe, desesperado, y su rostro reflejaba la mezcla perfecta de miedo, urgencia y determinación.
Al ver a Sídney, su expresión cambió, un alivio momentáneo iluminó sus facciones.
—¡Sídney! —exclamó, su voz cargada de emoción contenida, casi ahogada por la respiración acelerada.
Sídney se levantó de un sal