Cuando Sídney despertó, por un instante no supo dónde estaba.
Su mente vagó entre sueños y recuerdos confusos, intentando ubicar aquella sensación de calor a su lado.
El aire olía a leche tibia, a sábanas limpias y a piel. Se incorporó de golpe, sus ojos se abrieron por completo… y entonces lo vio.
Travis Mayer estaba allí, a su lado, dormido, como si el tiempo jamás hubiera pasado entre ellos.
El corazón de Sídney dio un vuelco. Por reflejo, lanzó un grito desgarrador que rebotó entre las paredes.
Travis se sobresaltó, abrió los ojos y la miró con desconcierto, mientras ella se apartaba de un salto.
—¡¿Qué haces tú aquí, Travis Mayer?! —exclamó, con la voz cargada de furia y miedo al mismo tiempo.
El llanto de la pequeña Stelle interrumpió la tensión.
Su llanto era agudo, desesperado, como si sintiera en el aire la angustia de su madre.
Travis se levantó enseguida, dejando que el instinto paterno hablara más que cualquier palabra. La tomó con cuidado, la arrulló entre sus brazos, murm