Capítulo: Demanda de paternidad.
—¡Excelente karma! —exclamó Sídney con una mezcla de satisfacción y veneno en la voz.
El médico la miró, desconcertado.
—¿Disculpe? —titubeó.
—Escúcheme bien —replicó ella, clavándole la mirada—. Para el tratamiento de ese hombre quiero que le recete solamente terapia de choque. ¿Me entiende? Nada de soluciones suaves, nada de rodeos. Solo la terapia de choque.
El doctor se aclaró la garganta, incómodo, y asintió con cautela. Sídney le extendió una tarjeta con pulso firme y una sonrisa fría que no alcanzaba los ojos.
El gesto lo dejó enrojecido, como si le hubieran descubierto una travesura.
—Muy bien —dijo, intentando recuperar la compostura—. Le avisaré y… le recomendaré este lugar.
Sídney soltó una risa corta, satisfactoria.
—Le diré al director del hospital que, si alguna vez hay un cargo vacante al frente del departamento de urología, usted es el candidato perfecto —dijo con sorna—. Tiene madera de líder… o al menos de buen empleado obediente.
El hombre respiró aliviado y ella se