Mi esposo perfecto, el hombre del que me enamoré y al que le entregué todo, me ha humillado junto con su amante. No puedo creer que haya vivido en una fantasía. Me han dejado como un chiste, buscando socavar toda mi autoestima, engañada y sin juventud. Solo me queda enfocarme en mi trabajo. ¿Quién se cree ese millonario para intentar robarme? No conseguirá ni un minuto de mi tiempo. He perdido la memoria. ¿Cómo llegué a este avión? ¿Por qué siento que pasé la mejor noche de mi vida? Este misterioso hombre de la mafia me ha traído al otro lado del mundo sin que pudiera darme cuenta y lo peor es que… Me encanta.
Ler maisDebajo de sus pies solo había agua, una laguna casi infinita. Clara miraba a su esposo con los ojos perdidos, sin amor, cargados de esa decepción amarga. Mientras tanto, el tiempo seguía corriendo a altas velocidades y su corazón no aguantaba aquella revelación tan repentina.
Una infidelidad imperdonable, el lo negaba. Esa rabia de saber que alguien en quien confiabas te ha mentido toda la vida.
El esposo solo negaba con la cabeza, tratando de calmar la situación y a las personas que no podían contener el asombro. Era una situación vergonzosa y como siempre, Lucio intentaba mantener las apariencias para que no lo juzgaran, porque su reputación siempre era impecable. Clara, con su vestido de bordados violetas y azules, parecía una princesa encadenada, cubierta de esa pintura de color rojo intenso que manchaba su pulcritud. Ya no lloraba, no podía ni siquiera gritar de la rabia, esa infidelidad había llegado demasiado lejos.
—¡Clara! —Escuchaba decir a sus multitudes, sus seguidores preocupados por su seguridad. Retumbaban en su confundida mente. —¡Apártate de ahí!
Ella no quería apartarse de su obra principal, el fruto de su esfuerzo. El esposo solamente, seguía negando, con la voz ardiente. La otra joven, que cargaba él bebe en brazos, llevaba el bote de pintura roja con el que había ultrajado a la tan preciada escultura. El niño no paraba de llorar.
Esa muchacha también gritaba toda clase de maldiciones hacía el hombre, que Clara por tantos años creyó que sería su fiel esposo, con el que había vivido más de diez años. Un caballero cortés, amable y apuesto, pero de corazón frío y quebrado. Se oía su infidelidad, ahora ya no podía ignorarlos por mucho que quisiera cerrar sus ojos.
Lucio, mantenía aún el ramo de rosas rojas para su amada esposa mientras su amante lo maldecía con su bebe a cuestas. Se llamaba Cielo, una mujer joven a la que la vida no le había sonreído ni una sola vez.
Cielo despertó aquella mañana movida por el miedo a que su niño no estuviera, como si la noche pudiera robárselo. Lo vio en su cuna y pudo ver en el los ojos de su padre, el hombre al que amaba y al que odiaba al mismo tiempo. Conocía a Clara, la esposa oficial de su amante, sabía que ese día era la apertura de su galería de arte. La esposa era una mujer talentosa, de buena posición y estaba empezando su camino hacia la fama. Aquella galería simbolizaba sus inicios hacia la grandeza. Cielo no contó nunca con esas opciones, siendo la segunda en discordia, siendo siempre la hija menos amada.
Al verse en el espejo comprendió que debía hacer algo, la cosa llegaba muy lejos y el pequeño dependía solamente de ella. Lucio no quiso hacerse cargo de su primogénito y ahora, debían pagar ambos las consecuencias. Debía dejar su huella, para que no siguieran viviendo como si nada mientras a ella solo le tocaba llorar.
Por el contrario, para Clara, su día comenzó embelecado por la luz del sol y el desayuno sorpresa que su marido le había preparado. Sobre las mantas vio depositada una caja envuelta en papel de seda azul, que contenía un maravilloso regalo, el cual estaba titulado con una dedicatoria.
“Para mi artista soñada”
En una caligrafía impecable que lo caracterizaba, siendo sumamente prolijo y detallista. Clara se puso su bata de la mañana y se quedó descalza, caminando por la habitación con la caja entre las manos, descubriendo su regalo. Entre el papel de seda descansaba un broche de oro en forma de pez espada, con engarces de piedras preciosas, era una pieza magnifica. Al verla se maravilló al instante, deseando colocársela para su gran día.
Su esposo entró a su cuarto con la bandeja de desayuno y ambos se sentaron a platicar mientras tomaban café. Parecía un sueño hecho realidad, contando las horas para su estrellato. Trabajó en esa obra por tanto tiempo, buscando cada detalle en la escultura, cada color para pintarla. Era una mujer echa en su totalidad de yeso trabajado, hermosa y con ojos sumamente expresivos. Se trataba en específico, de la figura de una mujer de agua, con sus cabellos largos y ondulados mezclándose con las algas marinas y los juntos, con un vestido en los tonos de un océano apacible, que parecía ondear en movimiento. Los colores eran fríos, azules, celestes y algunos verdes, conformando la armonía marina.
Estaría en el centro de la exposición, donde Clara haría su presentación y tendría su sesión de fotografías. Allí asistirían más de mil personas invitadas a presenciar sus creaciones, lo que le generaba cierta punzada de nervios. No obstante, Lucio la había consentido desde la primera hora del día y eso hacía que se sintiera gratamente acompañada. Antes de partir a su encuentro con la fama, cerró los ojos y agradeció el poder vivir aquella vida de ensueño, con un compañero leal y atento. Caminó por todo el salón antes de que llegaran los espectadores, buscando un detalle o algo que faltase, pero todo estaba en perfecto orden y el servicio del lugar brindaba una gran atención.
Ella se hallaba muy hermosa, con un vestido largo y un peinado alto, que recogió sus bucles rojizos y castaños de una forma elegante. Llevaba su tapado favorito, que cerró con el broche que su esposo le obsequió por la mañana y unos zapatos altos de gamuza. Su perfume de jazmines invadía el salón entero, cubriendo sus ansias porque todo saliera bien.
Entre los principales invitados de honor se hallaba su hermana Estela, su esposo, su madre y dos de sus mejores amigas, junto con el jardinero de la familia al que consideraba un gran amigo. Estaban cerca de la obra principal y fueron los primeros en felicitarla. El momento ya casi llegaba.
Clara preparó su discurso de apertura, con la presentación y explicación de su escultura principal. Se aproximó al frente, con la sonrisa plasmada en su rostro y las manos algo temblorosas.
“La mujer de agua me representa, enteramente. Tengo que ser sincera, siempre me ha gustado fluir en los caminos de la vida con esa libertad. Siento que, al crearla, he dejado allí parte de mí misma, de mi juventud y mi presente, del amor que poseo en cada día que camino. Eso significa para mí, la tranquilidad y la calma que completan a cada persona, poder respirar profundo y sumergirnos en las aguas de lo eterno.
Un agradecimiento especial para los que me acompañan de forma incondicional, porque sin ellos no sería quien soy ahora, por ese amor que me dan. Por, sobre todo, agradecerle a Lucio, mi esposo, quien se ha desvivido por verme alcanzar todos mis sueños”
Al decir estas últimas palabras una lágrima rodó por su mejilla, la emoción la dominaba. Frente a ella, Lucio llevaba un gran ramo de rosas rojas para entregarle cuando finalizara, lo que hizo que su corazón nuevamente se regocijara. Su hermana y su madre aplaudían sin parar, sintiendo ese orgullo en su pecho. Las personas fotografiaban la escultura maravillados por su belleza, una autentica pieza agradable de contemplar.
Terminando con su presentación, Clara hizo una reverencia en agradecimiento a su pequeño público, sin dejar de sonreír.
Cielo logró entrar por la puerta delantera, aprovechando el momento de emoción, con su bebe pegado a su pecho. No había llorado hasta entonces, pero ahora los dos lagrimeaban. Con el bote de cuatro litros en la otra mano, la muchacha iba frente a un destino dudoso, un llamado de atención que llegaría lejos.
Con un grito como entrada principal, Cielo empujó y miró cara a cara a su amante y a la esposa. Su intención era manchar a Lucio con la pintura, fracasando y volcándolo todo en Clara y su escultura. Luego, por la furia que le ocasionó la mirada desdeñosa y despreciativa de su amante y de todos a su alrededor, arremetió contra esa mujer de yeso y esta fue a caer al suelo. Gritaba, sacando ese secreto a la luz al fin, necesitaba ser escuchada.
—¡Tu quisiste matar a mi niño! —repetía con las lágrimas atravesadas. —¡Me has usado y luego has querido matarme! Dile, dile a tu esposa quien soy. ¡Díselo de una buena vez!
Cielo soltó las verdades que hacía tanto tiempo llevaba sepultadas en su interior, haciendo que su amante palideciera y comenzara a negarlo todo. El público no comprendía lo que allí sucedía, con el bullicio digno de un escándalo, las infidelidades que iban surgiendo.
Clara se quedó paralizada mirando a la otra mujer de su esposo, con su hijo en los brazos. Estaba cubierta de pintura roja, como si estuviese bañada en sangre, con los ojos incrédulos y esa tormenta de verdades que no podía asimilar. Veía a su marido con la mentira en su rostro y en sus manos un ramo de flores, un hombre de ensueño. La amante la miraba con los ojos repletos de ira, deseosa de venganza para repartir entre ambos.
Hubo un fotógrafo que obtuvo la imagen más impactante de todas, capturando el preciso momento de su sufrimiento. Cuando Clara, cayó en la cuenta del mundo de fantasía donde había sido engañada y de rodillas, se desplomó en el suelo para ver su escultura pedazos. En la fotografía, la mujer ensangrentada se hallaba llorando a una dama de agua que estaba completamente rota.
Esa imagen llegaría a ser la ganadora de un concurso renombrado y pasaría, a ser la más famosa de todas. Nadie olvidaría el rostro de la despechada Clara, con el corazón roto y el arte fragmentado de rodillas, humillada.
No obstante, la esposa no olvidaría a Cielo, ni a Lucio, ni a todos los que la dañaron alguna vez.
Esta guerra estaba cambiando a cada minuto que transcurría. Ahora estábamos encerradas, sin nuestras armas, la vigilancia de afuera de la casa debía creer que estábamos escondiéndonos y nada más. Pero estábamos encerradas en este cuarto, no podrían escucharnos si nuestros gritos comenzaban a oírse. Pensé en tomar mi móvil ingenuamente, ellas se lo habían llevado.Ni siquiera podríamos avisarle a Koddel que habíamos caído en una trampa. Ellos debían estar peleando en este momento, entre disparos y sangre, para tomar todos los negocios de los Assento y así derrocarlos. Si eso funcionaba, estaríamos en una esperanza más alta. Aunque todo dependía de que los Assento no se enteraran de que Carla se encontraba libre. Porque si lo hacían, no temerían que perdiera la vida y estaríamos en problemas.—No te asustes, vamos a salir de esto. —le dije a Kimmu, abrazándola.Intenté ponerme de pie de a poco, estaba tan agotada por haber recibido ese veneno o sedante o lo que fuera que haya sido.Kimm
(Clara)Nunca dejaba de sorprenderme este mundo criminal repleto de idas y vueltas. Tenía que acostumbrarme a que esto no era una vida normal. Creí que el lugar seguro a donde nos conducirían se trataba de un refugio. Por el contrario, regresamos a casa. Til se encerró en su cuarto, traumatizado por lo que había sucedido. Me sentía culpable al haber sugerido que fuéramos a esa cena.Zim estaba marchándose.—Voy a ayudarlos. Tengo el plan de respaldo intacto. Vamos a hacer lo que te dije. Déjame hablarte en privado, Clara. —dijo él, tomándome del brazo con cierta desesperación y llevándome a uno de los cuartos.Luna se alejó hacia sus aposentos.—¿Qué quieres decir? —le pregunté a Zim, algo atemorizada por lo que estaba sucediendo.—No confíes en Luna, mantén vigilada a Carla por tu cuenta hasta que venga Kimmu. Ya les he avisado, ellos no tardarán en llegar a la casa.No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Luna no podía ser confiada o a que se refería? ¿Qué estaba pasando?—¿Qué es
(Koddel)Terminábamos de hablar con los Assento por teléfono. Yo no iba a arriesgarme a que mi vida o de los que quería se pusiera en peligro. Ellos no lo tomaron nada a bien, por lo cual me esperé que tuviéramos que seguir adelante con el plan de Zim de destruirlos por completo.No estaba preocupado, sino todo lo contrario, me sentía seguro de lo que hacía. Ya había pagado el precio de quedarme quieto en el pasado.Ahora era el momento de actuar y hacer lo que fuera necesario para proteger a mi familia y a mi negocio. La familia Assento no iba a ser un problema más para nosotros, les demostraría quiénes eran los verdaderos líderes en esta ciudad.Traté de no pensar en ello mientras preparaba todo para el ataque, tenía que estar enfocado en el presente y en lo que tenía que hacer. No podía permitir que mis emociones me distrajeran.Pero no podía evitar recordar a mi hermano y cómo había sido engañado por la familia Assento. Ellos habían sido los causantes de que ahora se encontrara he
(Jim)—Sí, no te preocupes. Clara se encarga de ella. —Zim me dio una pequeña sonrisa. —Ya te dije que hoy puedes tomarte el día libre, no te preocupes por nada más.—Gracias Zim. —dije saliendo del estudio, con la mente en calma por un momento. Aunque sabía que mañana tendría un día difícil, hoy era mi oportunidad de relajarse y olvidarse de todo.Clara aceptó quedarse cuidando a mi hijo Til en nuestra ausencia. Me preocupara que no se portaba bien, pero no iba a dejarlo al cuidado de Ashley, ella no poseía paciencia para los niños. Antes de irnos, traté de hablar con mi hijo para que entendiera que debía comportarse bien.—Til, es muy importante que obedezcas a Clara mientras estemos fuera. Ella se encargará de ti y te cuidará, así que, por favor, no le des problemas.—Lo prometo papá, no te preocupes. Voy a ser bueno. —dijo Til, con sus ojos brillantes.Le di un abrazo y le prometí que todo estaría bien en nuestro día alejados, que luego volveríamos a pasar todo un día con él. Era
(Jimmy)El estar de vuelta en casa luego que me juré a mí mismo no volver era bastante frustrante. Sobre todo, después de haber conocido otro hogar. Sentía que no me gustaba nada de lo que había aquí, las cosas me resultaban fastidiosas. El tener que convivir con tanta gente me hacía fastidiar.Pero sabía que no tenía otra opción, era mi deber estar aquí y hacer lo que fuera necesario para proteger a Kimmu y Til. Aunque no podía evitar sentir que había perdido algo de mí mismo durante mi tiempo lejos de aquí. Fuera de aquí logré sentirme libre y sin ataduras, pero ahora me sentía atrapado de nuevo en este mundo de mafias y violencia.A veces me preguntaba cómo sería mi vida si hubiera tomado decisiones diferentes. Si no hubiera vuelto a esta casa, si me hubiera alejado completamente de todo esto. Pero ya era demasiado tarde para esos pensamientos, estaba aquí y tenía que hacer lo mejor que pudiera con las cartas que tenía en la mano.Así que traté de concentrarme en lo que tenía que h
(Clara)Lo logré, tomé una copa para festejar mi triunfo, festejando con mi esposo Koddel y el resto de la familia. Luna se enteró solo una vez que llegamos con la prisionera. Zim se encargaba de la negociación, necesitábamos saber que iban a acceder a nuestros términos.Mi esposo organizó una cena de lujo, con mis platillos favoritos. Jimmy y Kimmu se hallaban de buen humor. Este ataque había simbolizado un gran cambio, habíamos logrado atacar después de perder las batallas por tanto tiempo.Me concentré en la cena, tenía un apetito muy grande ahora que estaba relajada. Las sopas crema eran lo mejor para mí, algo cálido para sentirme en mi hogar. Estaba viendo esta casa como mi hogar y no como un campo de batalla, como en el pasado.—Debes descansar. —dijo mi esposo, con una mirada amable. —¿Cómo te sientes, mi amor? —preguntó Koddel, acariciando mi mano sobre la mesa, los dos nos conectábamos en todo momento.—Estoy perfecta ahora, tranquilo. —le dije con una sonrisa, aunque en el f
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