Decisión

—Otra vez, en serio. ¿Por qué no lo besaste, Clara? —preguntó mi hermana, al tiempo en el que tomaba de su vaso. La barra tenía una gran cantidad de bebidas para escoger.

La había invitado a un bar cercano a su casa para que tomáramos algo, siempre me relajaba el poder charlar con ella.

—Estás loca, yo no soy así, mira, casi me pone loca un abrazo. Estoy descontrolada. —me cubrí el rostro con las manos. —He estado sola por mucho tiempo…

—No digas eso, él quería que pasara, por algo te coqueteaba así. Uf, tienes que seguir a ver qué ocurre. —dijo ella, sonriente.

—No lo haré, mira, fue divertido, creo… No lo sé… Pero no me siento lista para volver a estar con alguien. —negué también con la cabeza.

—Por amor de dios, eres una mujer joven. ¿Piensas quedarte toda tu vida sola? Deja que me avises ahora, así encuentro un buen obsequio de cumpleaños con baterías… —hizo una mueca y las dos estallamos de la risa.

—Oye, no seas tan ofensiva. —dije, con un tono irónico. —No te he contado todo.

Entonces procedí a contarle lo ocurrido con Lucio en el estacionamiento. Ella tenía que saberlo, era mi confidente en estos momentos y necesitaba desahogarme bastante.

—Oh, es un miserable. —dijo ella, molesta, al escuchar todo mi relato de principio a fin. —No se como le queda valor para seguir haciendo el ridículo, es evidente que su vida se ha vuelto una ruina y ahora necesita que lo ayudes a recomponerla.

—Se veía bastante mal. —acepté, bebiendo de mi jarra.

—¿Su Cielo ya no está con él? —preguntó ella, con ironía, mientras ordenaba más papas fritas para nuestra parte de la barra, se nos habían terminado.

—No tengo idea. —contesté con sinceridad.

No sabía si Lucio habría llevado a vivir a esa mujer con él, después de haber estado con ella a escondidas por tanto tiempo. Tampoco supe si visitaba a su hijo, esos no eran temas de mi incumbencia.

—Hasta hace poco sí estaban juntos, vivían en otro piso, ahora que lo recuerdo. —dijo ella, arqueando una ceja. —Parece que no puede vivir sin ti.

Estela era una informante leal, de todo se enteraba y sabía cosas que yo ignoraba. Siempre me contaba sobre cualquier novedad que surgiera.

—Bueno, es su historia. Yo no quiero verlo nunca más, al menos eso me repito porque cuando deje de hacerlo, pobre de mí. —me lamenté, mi corazón estaba tan confundido.

—Tienes a un millonario buscándote y vas a pensar en Lucio. —rodó los ojos. —Piensa con claridad, tienes que estar loca.

Gerard era tan guapo, en eso estaba en lo correcto. Era un hombre salido de una revista o de la televisión, con esa manera de actuar tan seguro de si mismo. No había nada en él que me desagradara, ni siquiera cuando hablamos sobre algo delicado para mí. No me hizo sentir como un fenómeno por las cosas que me habían sucedido.

Al volver a mi casa en el campo, esta vez arrojé las llaves del auto a un lado y me dejé caer sobre la cama para descansar un poco. Estaba exhausta y con el corazón lleno de cosas que no entendía.

Una llamada me despertó de mi sueño corto.

—¿Sí? —pregunté, somnolienta.

—No te hagas la tonta, m*****a señorona. —dijo la voz al otro lado. —¿Por qué te esfuerzas en buscar a Lucio?

Esto tenía que ser una broma.

—Te estoy hablando, contesta. —ordenó ella, con la voz ronca y cansada. —¿Por qué no tienes dignidad?

—La que no tiene dignidad eres tú y Lucio fue quien me buscó a mí. De todas maneras, no llores, jamás le daría chance. —dije, con frialdad.

—No te hagas la inocente que eres una buscona, como nadie te da importancia quieres reconquistar a mi hombre. El es mío ahora. ¿Sabes? Estamos cuidando a nuestro pequeño. —la voz se oía cada vez más agresiva.

—Es tuyo. —contesté y corté el teléfono, tirándolo a un lado de la cama.

Esto era lo último que me faltaba, tener que lidiar con Cielo y un ataque repentino de celos. Ella no estaba bien, tenía cosas que no me cuadraban. Pero no esperé que hiciera esto, de igual modo, aunque no me importaba tanto. Me preocupaba que estuviera criando un hijo en esas condiciones de locura.

Yo le había dado la mitad del dinero ganado en el juicio para que recompusiera su vida y al contrario, se acopló a Lucio. Eso quería decir que estaba enamorada, quiérase o no. Lucio tenía esa capacidad de enamorar, porque había hecho lo mismo conmigo.

Era triste ver como ella lo amaba a pesar de todo lo que hacía, incluso cuando sabía que él me buscaba. Lucio era un hombre sin escrúpulos y no paraba de demostrarlo.

Eso debía bastarme para alejarme de él de una vez por todas. Si pensaba, cuando estaba sola, volvía a extrañarlo. Era mi relación más toxica y no podía dejarla ir, incluso después de todo lo sucedido. Lucio, el era un hombre demasiado complicado y tenía una parte de mi corazón.

El quería volver conmigo, me lo dijo muchas veces. Sin embargo, seguía con Cielo, eso era lo más triste. Traté de sacarlo de mi cabeza, llamé a Sophie para ver si había recibido el cheque y para mi tranquilidad, si lo hizo, dejando la deuda de Gerard saldada.

Al cortar volví a sentir la misma sensación aplastante. Cuanto odiaba que eso sucediera. El sonido de un mensaje hizo sonar nuevamente mi móvil. No quería leerlo, sabía y presentía quien era.

Leí las palabras sin poder evitarlo.

“Podemos vernos en una hora, puedo ir a tu casa. Te extraño mucho. Eres mi artista soñada y siempre lo serás.”

Esas eran palabras que solo Lucio podría escribir. Así era la forma en la que el me llamaba cuando todavía era su esposa. Por mas que hice el mayor de los esfuerzos por borrar el mensaje no podía hacerlo.

Incluso me maquillé, me puse mi mejor vestido y el más bello de los peinados. Me observé en el espejo luego de toda esa preparación.

¿De verdad iba a caer en su treta de nuevo?

Lo amaba, todavía había restos de ese amor que sentía y no tenía un control sobre ello. Pero eso significaba que perdería la pelea, luego de haber luchado tanto.

Me veía hermosa, más esplendida que nunca.

Tomé una copa llena para aflojar mis nervios y entonces, marqué en mi móvil a otro número. Con el arrebato de locura latente en mi corazón. Era como si estuviera en una montaña rusa de emociones constantes.

—Sophie, quiero que me mandes el número de teléfono que figura en el cheque de Gerard. —dije con amabilidad, con la voz resuelta.

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