Mateo llevó a Beth de vuelta a la mansión Savelli, sin pronunciar palabra en todo el trayecto. El ambiente en el auto estaba cargado de una tensión palpable.
Beth sentía su corazón acelerado, resonando con el eco de las palabras de Mateo en su mente.
«Te amo, Mateo, pero, ¿de qué sirve? Si muero, si el destino decide arrebatarnos este amor, ¿qué quedará de nosotros?»
Un nudo en su garganta se hizo más fuerte.
Pero aun así, había algo en lo profundo de su ser que deseaba aferrarse a la esperanza.
Lo único que le importaba ahora era su hijo, el pequeño que llevaba dentro de ella, un bebé que debía nacer sano y salvo.
Eso era todo lo que le quedaba, o eso pensaba.
El sol comenzaba a caer lentamente cuando Mateo la dejó en la mansión y se fue a su departamento, dejándola en un silencio profundo, plagado de pensamientos oscuros.
***
Al día siguiente, la mansión Savelli estaba llena de nerviosismo.
Matías y Fernanda habían decidido reunir a toda la familia para darles una noticia.
Todos se s