—¿De qué estás hablando, papá? —preguntó Humberto, entrecerrando los ojos con desconfianza.
Su padre esbozó una sonrisa fría, llena de codicia.
—Humberto, tendremos mucho dinero —sentenció con voz grave—. Solo debemos amenazar a los Savelli. Voy a traer un abogado y exigirles una fortuna por no desconectar a Beth.
Humberto frunció el ceño, procesando las palabras con lentitud.
—¿Desconectarla?
—Esa idiota de tu hermana está en coma, Humberto. Es una carga inútil para nosotros... pero si fingimos que vamos a desconectarla, los Savelli estarán dispuestos a pagar lo que sea. Nos van a rogar. Y cuando tengamos ese dinero, podremos vivir la vida que siempre hemos querido.
Por un segundo, el silencio se apoderó de la habitación. Entonces, Humberto rompió en carcajadas.
—¡Mira nada más! Mi hermana por fin sirve de algo —dijo con una sonrisa maliciosa—. Papá, ¡vamos a hacerlo!
Sin más, ambos salieron con prisa, ansiosos por encontrar un abogado que los ayudara a ejecutar su plan.
***
Siete día