CURAR LAS HERIDAS.

Las manos de Marcos rodaron tras el cuello de ella, desde ahí la acercó más a su rostro, dejó su frente pegada a la de ella. Suspiró profundo y luego subió sus labios a la frente, le dio un beso y con sus fuertes brazos la rodeó por completo y la apegó más a su pecho.

El corazón de Marcos palpitaba de forma acelerada. Maite podía oír claramente ese fuerte latido que retumbaba cómo tambor de aldeanos. Sus delgadas manos las pasó por el torso de su esposo, cerró los ojos y aspiró de la exquisita fragancia que manaba de la camisa de su amado. Su corazón también iba de prisa, era como si ambos hicieran competencia de cual sonaba más duro.

Un suspiro sollozante se le escapó, levantó el rostro y conectó su mirada con los oscuros ojos de él, los cuales brillaban ante la situación que se estaba suscitando.

—Te amo—, le dijo al soltar una ráfaga de viento que acarició el delicado cutis de ella —Perdóname—, volvió a repetir.

Ya había perdido la cuenta de cuántas veces le había pedido per
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