EPÍLOGO.
La vida de Maite y Marcos como padres era cada día más difícil, puesto que no sabían cómo ser padres. Se habían convertido en demasiados protectores con su pequeño Albert. Se les hizo más fácil, cuando la adopción de aquel pequeño que acompañaba a Albert el día en que Marcos lo encontró, llegó. Ahora tenían dos hijos, a los cuales le darían el amor que habían perdido cuando la mujer que cuidaba de ellos murió.
Aquellos niños que habían carecido de amor ahora tenían de sobra. Albert se sentía feliz y contento viviendo con sus nuevos padres, y visitando cada cierto tiempo a su tío, prima y abuela en Estados Unidos.
Marcos se encontraba en la oficina cuando le anunciaron a una persona.
—Déjelo pasar.
Tenía muchos años que no lo veía, para ser exactos desde el día que le confesó porque había ayudado a Emma cuando le pidió que intercambiara las pruebas. El día que le hizo saber que el hijo que Emma perdió en realidad era suyo, ese día Marcos lo golpeó hasta cansarse, se no hubiera s