Serena todavía no había empezado las sesiones de preparación con el equipo de rodaje, así que pasaba los días libres estudiando el guion con dedicación.
Luisa, por su parte, había comenzado a trabajar en la empresa de su padre.
Llevaban varios días sin verse, hasta que el sábado Luisa la invitó a salir.
Después del golpe de realidad que fue su primer empleo, Luisa se veía notablemente más desanimada.
Apoyó la cabeza sobre la mesa con un suspiro agotado:
—Quiero entrar directamente como subdirectora... pero mi padre insiste en que empiece desde abajo.
—Escucha a tu padre, princesa —respondió Serena sin levantar la mirada.
Luisa alargó la mano con entusiasmo renovado:
—Serena, conozco un sitio genial. Te voy a llevar, te va a encantar.
Media hora después.
Serena contemplaba con expresión compleja la sala repleta de chicos guapos que Luisa había elegido.
Siempre había sabido que existían lugares así, pero no solía frecuentarlos.
Por una razón muy simple:
ella valía mucho más que esos chi