Ted se sintió nostálgico:
—Siempre había pensado que la señora era una dama elegante y gentil.
Esteban esbozó una leve sonrisa.
La noche avanzó. Ted trajo un vaso de agua tibia y le recordó a Esteban que tomara su medicación antes de dormir. Sin embargo, Esteban sabía que esos somníferos no le hacían gran cosa: el insomnio persistía. Tenía proyectos urgentes en mente y no podía embriagarse para evadirlos. Pero tras haber dormido dos noches abrazado a Serena, su descanso mejoró notablemente.
Ambas habitaciones estaban contiguas, y en el silencio de la madrugada, cualquier ruido en la habitación de Serena se percibiría en la de él, razón por la que Ted le advirtió que guardara silencio al regresar. Evidentemente, Serena lo había olvidado: su teléfono sonó y, sin mirar quién llamaba, contestó.
Una voz entrecortada por la embriaguez dijo:
—Serena, he discutido con Cloris.
—¿Lorenzo? —respondió ella, conteniéndose el enojo. Era tarde y Lorenzo no podía estar llamándola para desahogar sus e