Esteban abrió la puerta del baño y preguntó con voz neutra:
— Iba a ducharme, ¿por qué viniste?
Serena levantó ambas manos para cubrirse los ojos y respondió, algo sonrojada:
— No espiaba.
Él apartó suavemente sus muñecas descubriendo allí un par de pestañas que habían temblado un poco. Luego, alzó el rostro de ella y pellizcó sus mejillas, comprobando lo suave que estaban.
Ella, algo tímida, regresó a cambiarse y se puso el pijama que Carolina le había prestado —una versión especial, fina y elegante.
Más tarde, él apagó casi todas las luces, dejando solo la lámpara junto a la cama. Se metió bajo las sábanas y Serena se acercó.
Preguntó ella suavemente:
— ¿Por qué no pediste tu propia habitación?
Él rozó sus hombros con la voz tranquila:
— Para ahorrar.
El camisón ligero daba para ver su silueta y realzaba su piel clara. Esteban apretó un poco más, dejando marcas sobre aquellas zonas tan delicadas.
Con un leve gesto oscuro, le preguntó:
— ¿Qué pijama es ese?
Ella bajó los ojos y murmu