Beso inesperado.
Aquella noche, en el caótico y tumultuoso escenario que Sebastián orquestó dentro del decadente bar-cabaret, entre sus paredes desgastadas por el tiempo y los vicios, se reveló que varias de las jóvenes mujeres que laboraban en dicho establecimiento de reputación cuestionable, con sonrisas fingidas y miradas vacías que ocultaban su sufrimiento, estaban siendo obligadas a prestar servicios contra su voluntad, atrapadas en una red de mentiras, amenazas y coacciones que las mantenían encadenadas a una vida que jamás habrían elegido por decisión propia, víctimas silenciosas de un sistema perverso que las consumía día tras día.
Las mujeres con lágrimas de alivio surcando sus rostros marcados por el sufrimiento, fueron liberadas de aquella prisión disfrazada de negocio, recuperando fragmentos de la dignidad que les había sido arrebatada sin compasión.
Pero aquella mujer, la propietaria de dicho antro de perdición que había construido una pequeñita fortuna sobre el sufrimiento ajeno, fue