Una simple aprendiz.
Un murmullo recorrió la sala como una onda invisible, la incomodidad era palpable, como si el aire hubiese aumentado de peso, volviéndose espeso y difícil de respirar.
Giacomo bajó la vista hacia su móvil, fingiendo revisar algo importante, aunque la sonrisa irónica que se dibujó en la comisura de sus labios lo delataba como un espectador entretenido ante la caída de una máscara. Su gesto fue breve, casi imperceptible, pero lo suficientemente revelador para quien estuviera atento.
Alessia, en cambio, frunció el ceño con un esfuerzo visible por mantener la compostura y aspiró una bocanada de aire que no logró aliviar el ardor que empezaba a treparle por el cuello.
Sabía que cualquier reacción fuera de lugar podía ser leída como una admisión de culpa, así que se obligó a sostener la mirada al frente, aunque su interior temblara como una hoja azotada por el viento, ante tal humillación.
—También cursé dos semestres de la maestría en finanzas… —alcanzó a decir, forzando una voz que ya no