El primer rayo de luz se coló entre los paneles de cristal polarizado que rodeaban el piso ejecutivo de Lyon Group.

Isabella llegó antes de las ocho, algo insólito incluso para sus estrictos estándares de puntualidad y eficiencia.

Había dormido poco y mal, cada vez que cerraba los ojos, revivía el beso. Su mente, traicionera, le repetía el tacto firme de Gabriel, la intensidad muda de sus labios, el modo en que él la sostuvo y el modo en que ella no lo detuvo...

Llevaba consigo una carpeta de documentos que no requerían atención inmediata, aunque la excusa de "adelantar trabajo" resultaba cómoda y fácil de sostener.

Sin embargo, la verdadera razón palpitaba bajo capas de autocontrol, no quería coincidir con Gabriel en el ascensor. No estaba lista para ese saludo cortés que fingiera normalidad ni para los segundos cargados de silencio que evocaban con precisión la memoria de unos labios demasiado reales, demasiado recientes.

Esos labios...

"Concéntrate, Isabella. No volviste de la muer