El sol amanecía ancho y dorado sobre la ciudad de Panamá. Desde el balcón de la pequeña casa, Julieta podía oír la música de un vecino que ya probaba los tambores para las fiestas patrias. La brisa era cálida, húmeda, cargada del olor a mar y café tostado. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que el mundo no se derrumbaba.
Dentro, Lianett revolvía unas tostadas en la sartén mientras Serena, con short de mezclilla y camiseta blanca, revisaba su lista de cosas por hacer en el celular. Era su primera mañana juntas sin sobresaltos, y se notaba en la forma en que todas hablaban casi al mismo tiempo.
—¿Hoy sí vamos al centro comercial, verdad? —Preguntó Lianett con una sonrisa.
—Sí, ya está decidido. —Contestó Serena. —Quiero mostrarles Multiplaza. Ahí podemos comprar todo lo que necesiten para las fiestas. —Julieta se sentó a la mesa y acarició su vientre.
—Me hace ilusión ver algo distinto. Aquí la gente es tan… alegre. Hasta me siento invisible en el buen sentido. —Serena asintió,