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Capítulo 4: La Muñequita y la Serpiente

―¿Seguirás luchando? ―Barak lamió sus labios empapados en los jugos de la mujer atada sobre su cama. ―Lo estás disfrutando, lo sé. ―La miró con lujuria.

―Púdrete, serpiente venenosa. ―Escupió Lia agitada y sintiendo de todo en su cuerpo por el explosivo orgasmo al que él la llevó en contra de su voluntad. ―¡Jamás sentiré placer por ti! ―Esas palabras fueron una descarada mentira, pero no dejó de jøder a Barak.

―¿Segura que no te doy placer? ―Enfureció. ―¿Entonces que son esos espasmos cuando toco tu cuerpo, acarició tu piel y disfrutó de tu sexø? ―Pellizcó con fuerza sus pezones haciéndola gemir. ―¿Qué son todos esos jodidøs orgasmos cuando estimulo cualquier parte de tu cuerpo? ―Besó, mordió y finalizó con una lamida en su cuello.

―Eres el único imbécil que se cree lo suficiente como para que una mujer después de seis años siga sintiendo lo mismo. ―Barak paró en seco mirándola con desconcierto.

No debería dudar, sus ojos están cristalizados por el placer, su piel roja por el deseo y su sexø palpitando, pidiéndolo a gritos. Él la conoce bien y tiene grabado en su memoria cada reacción que tiene su cuerpo siempre que la posee y en ese preciso momento está reaccionando igual que antes, pero algo en su tono despectivo lo jøde y a lo grande.

―¿No sientes nada? ―Asintió. ―Bien, demuéstrame cuanto asco que te doy. ―La abrió más de piernas y aseguró un poco más los nudos para que ni siquiera se moviera un centímetro. ―No te voy a masturbar ni jugar con tu clítøris, haré todo el trabajo con mi vergã para cuando chilles, grites y supliques por más te des cuenta de que no hay nadie que te pueda dominar como lo hago yo.

―¡Aaahhh! ―Lianett tocó las estrellas por ese profundo y contundente empellón.

No sabe a quién engaña, ha estado bajo el yugo de ese hombre por tres días, soportando todo lo que le hace para no contarle nada sobre sus hijos que están bajo el cuidado de Julieta. Es evidente que su cuerpo sigue siendo esclavo del deseo de ese hombre y su tonto corazón todavía se altera cuando esos ojos azules y fríos la detallan con esa sombra de malicia en ellos. ¿Por qué es tan débil cuando se trata del hombre que le rompió el corazón?

Se supone que era meramente un castigo, una manera de demostrarle a esa insolente mujer que todavía siente demasiado por él, pero cayó en su propio juego. No puede dejar de mirarla a los ojos, devorar sus labios y acariciar su cuerpo con urgencias. Seis malditøs años y no era consciente de cuanta falta y de lo mucho que le afectó haberla dejado.

―Carajøs. ―Gruñó extasiado, sus gemidos y la manera en la que arquea su cuerpo ofreciéndole todo de ella lo convierte en el más fiel esclavo. ―Te has corrido. ―Jadeó al verse empapado. ―Tu cuerpo aún me pertenece. ―Lianett no le prestó atención, estaba muy ocupada recuperándose del intenso orgasmo al que la había llevado.

―Abusaste de mí. ―Lo miró con los ojos llenos de lágrimas debido al orgasmo. ―Te detesto, Barak, ¡No te perteneceré jamás! ―Barak quedó inmóvil por sus palabras.

―Me pertenecías, me perteneces y me pertenecerás siempre. ―Cabreado por los tratos de Lia se puso en pie y empezó a vestirse. ―Te quiero en el comedor en media hora. ―Le desató los nudos.

―Prefiero morir de hambre. ―Escupió con desagrado.

―No juegues conmigo. ―Barak la tomó del cuello con fuerza y la acercó peligrosamente a su cara. ―Las serpientes suelen morder y aplicar el doble de veneno cuando la molestan.

―Y las muñecas son de plástico, por lo que su veneno no les afecta. ―Lo miró retadora. ―Me dejaste ir, ahora vive con el hecho de que no tendrás algo más que mi cuerpo. ―Ladeó la sonrisa al ver la tormenta en esos ojos azules. No sabe si es el tiempo o la furia por no poder con ella, pero ahora lo puede leer mucho más. ―Mi lealtad, mis sentimientos y mi corazón jamás volverán a pertenecerte. ―Barak apretó el agarre esperando que ella se retractara como lo hacía en el pasado, pero al verla ponerse rojo chillón sin quejarse siquiera le hizo entender que no obtendría lo que quería, así que la soltó.

Lia inició a toser como una loca, la estaba matando y ya no soportaba más, si hubiera tardado un solo segundo más le habría suplicado que la soltara y se hubiera retractado de todo lo que dijo. Al alzar la mirada, Barak ya estaba caminando hacia la puerta y lo único que pudo visualizar fue la cobra negra mostrando los colmillos que tiene en la espalda tatuada.

―Jefe. ―Kenji entró al despacho de su jefe. ―La casa está pagada y el título de propiedad ya está en mis manos. ―Colocó la carpeta sobre el escritorio.

―¿Qué novedades me tienes? Espero que no sea la misma mierdã de los últimos tres días. ―Kenji pasó saliva.

―Hemos ingresado a la memoria del teléfono de la señora. ―Barak lo miró en el acto. ―Envió un último mensaje y ya estamos investigando de quién se trata.

―Bien, cuando den con ese bastardø lo traen ante mí. ―Estaba seguro de que era un hombre. ―Búscala, le di media hora y no ha bajado a alimentarse. ―Kenji salió de la oficina y negó, recordaba a la señora más sumisa, pero ahora está por enloquecer a su jefe.

―Si tocas nuevamente te cortaré las manos. ―Gruñó Lianett furiosa. ―¡Largo, no quiero bajar! ―Miró la ventada condenada, había intentado tirarse la primera noche que pasaron ahí, pero Barak llegó a tiempo para detenerla, el segundo día le quitaron el seguro a la puerta porque se encerró y les dijo que acabaría con su vida, así que no tiene más que sus amenazas para mantenerlos a raya.

―El señor quiere que baje. ―La voz de Kenji sonó llena de paciencia como siempre. ―Señora, por favor, no haga las cosas más difíciles.

―Jødete, Kenji, ¡Tú y tu jefe jódãnse!

―¡Di una sola grosería más! ―Rugió Barak entrando. ―Tiéntame, muñequita. Hazlo. ―Casi suplicó. Lia por primera vez se lo pensó, por alguna razón esa sonrisa jugando en los tentadores labios de su exesposo la aterrorizó. ―Kenji, prepara a los chicos, hoy conoceremos a Julieta.

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