―¿Qué es lo que tanto te molesta, Lianett? ―Se giró con calma y sus ojos que demuestran la tormenta que está viviendo se anclaron en ella. ―¿Qué unos simples niños de cinco años sean más listos que tú al saber que estás cometiendo una tontería? ¿O es solo el hecho de que mis hijos ahora me aman más que a tu patético noviecito? ―Ladeó la sonrisa. ―Siempre gano, Lianett, definitivamente lo hago. ―Dándole la espalda se alejó sin mirar atrás.
Ella que estaba completamente segura de que él le estaba llenando la cabeza a sus hijos de cosas para que ødiaran a Clément, apretó los puños y sintió una rabia que no lograba quitarse del pecho. Desde que dio la noticia de su compromiso y él como si nada se fuera, además de lo que sus hijos le dijeron la tiene en un estado de furia constante hacia ese hombre que no tolera, pero ¿Acaso no debía ella estar feliz de que él se fuera y la dejara en paz? Resoplando sacudió la cabeza para entrar a la cocina más calmada.
―Mami, ven, siéntate. ―La invitó L