ASHTON GARDNER
Habían pasado tres días desde que mi Liss me dejó. De verdad… se me estaba muriendo el alma. La necesitaba, maldita sea, la necesitaba como el aire. Antes podía vivir sin ella porque jamás la tuve, pero ahora, que fue mía, que estuvo conmigo días, semanas, meses, noches enteras amándonos... me hacía tanta falta. Estaba adicto a ella.
Estaba en mi despacho con un vaso de whisky cuando entró mi pequeño.
—Papi...
—Hola, campeón. Vienes temprano y vestido.
—Sí, hoy es día de jardín, ¿recuerdas? Ya que no está mami, ¿irás tú a dejarme?
—Por supuesto, campeón —le dije, trabando el nudo en mi garganta.
Me puse de pie y salimos hacia el auto. Todo el camino él abrazó su osito, sus ojitos estaban vidriosos.
—Papi...
—Dime, hijo.
—¿No puedes ser un superhéroe nuevamente?
—¿A qué te refieres?
—Es que... ahora que eres mi papi, ya no eres superhéroe. Y anoche soñé que mi mami volvía al castillo del monstruo, y tú no podías protegerla porque ahora eras mi papi y no un superhéroe.
Mi