MARCUS BLACK
El sonido de su amenaza aún resonaba en mi cabeza como una maldita alarma que no podía apagar.
Liss subió las escaleras como un huracán, dejándome en medio de la cocina, solo, con el corazón ardiendo de rabia… y de algo peor: humillación.
¿Me odia? ¿A mí?
¿Le doy asco?
Esa maldita mujer tiene el descaro de escupirme en la cara mientras sigue respirando bajo mi techo. Como si pudiera morder la mano que la sostiene. Como si no debiera pagarme cada maldito segundo que le he dado de vida, seguridad, comida, estatus.
Caminé de un lado a otro, cruzando el salón con pasos cada vez más rápidos, más erráticos, más llenos de fuego. Me serví un trago de whisky caro y lo bebí de un solo golpe, sintiendo cómo el alcohol quemaba, pero no más que mi orgullo herido.
No podía permitirlo.
No podía dejar que Ashton ganara.
Ese malnacido apareció en mi vida para arrebatarme lo único que es mío.
Liss es mía. MÍA.
Tomé el teléfono sin pensarlo dos veces.
—Grayson, te necesito en mi casa. Ahora