LISSANDRA
Iba bajando las escaleras con la idea de salir un rato al jardín. Necesitaba respirar. Escapar. Aunque fuera por unos minutos.
Entonces lo escuché.
La puerta de la oficina estaba entreabierta. Y la voz de Marcus... esa voz asquerosamente tranquila... llegó hasta mí como un cuchillo.
—Quiero un documento. Algo legal. Algo que la amarre a mí sin que pueda escapar sin consecuencias. Un contrato. Una cláusula. Una trampa. Lo que sea. Quiero que si intenta irse… lo pierda todo. Incluyendo al mocoso.
Me detuve. El corazón me dio un vuelco. No me atreví a entrar. Me pegué a la pared y contuve la respiración.
—¿Estás seguro de querer mezclarte con la custodia del niño? Legalmente no es tu hijo. Ni biológica ni jurídicamente tienes relación con él. Ese niño no te pertenece en nada.
—¡Pero quiero destruirla igual! —exploté, golpeando la mesa con la palma abierta—. Quiero que el mundo crea que es una mala madre. Pero no sé cómo hacerlo.
Mi estómago se revolvió. Me llevé la mano a la bo