TÚ NO ME TIENES. NUNCA ME TUVISTE.
LISSANDRA
Los días pasaban, esa noche hermosa que viví con Ash me había dado un poco más de energía para seguir, cada noche lo esperaba, pero no llegaba, el amanecer no trajo calma. Solo más silencio.
Me duché sin alma, me vestí sin ganas y bajé las escaleras como quien camina hacia una sentencia. En la mesa, Marcus ya estaba sentado, leyendo el periódico como si de verdad fuera un esposo normal, como si no supiera que cada gesto suyo me enfermaba.
— ¿Saldrás? —dijo sin alzar la mirada.
No respondí.
—Dormiste bien anoche, supongo. Aunque aún no entiendo por qué prefieres esa habitación vieja en vez de la nuestra.
Solté una risa irónica.
—¿Nuestra? ¿En serio, Marcus?
Él levantó la vista, dejando el diario a un lado. Su sonrisa era tensa, falsa. Como siempre.
—No tienes que seguir actuando, Liss. Ya estamos juntos. La gente nos ha visto. Volviste a casa. Eso es lo que importa.
—¿Volví a casa?
Me paré firme, dejando la carpeta de sus proyectos en la mesa con un golpe seco.
—Marcus, no me