ASHTON GARDNER
Los informes financieros estaban sobre la mesa.
Y Ethan… sobre mi paciencia.
—Vamos, Ash, solo dime cuánto invertiste en esa start-up de biotecnología. No voy a copiarte… solo quiero saber si fuiste tan tonto como pareces o si de verdad tu instinto sigue siendo infalible.
—Mi instinto no necesita validación, Ethan. Tú, en cambio, deberías dejar de mover esa pierna como si tuvieras cafeína en la sangre.
—¿Café? —rió—. Estoy sobreviviendo a base de espresso doble desde que Olivia descubrió que me tiembla la voz cuando se pone ese pijama rojo. No he dormido en dos días.
—Demasiada información.
—Tú preguntaste.
Negué con una sonrisa ladeada. Esa era nuestra rutina. Discutíamos sobre cifras millonarias como si fueran caramelos y nos lanzábamos bromas como si aún tuviéramos quince años. La diferencia era que ahora, cuando abríamos la boca, se movían mercados.
—Por cierto —dije, hojeando un informe—, ¿pudiste revisar la propuesta de integración con la filial francesa?
—Sí, per