La mañana había pasado entre papeles, correos, llamadas y una tensión constante en mi pecho. Trabajar junto a Ash no era sencillo. Su presencia era tan abrumadora como su perfume caro, y estar en la misma oficina me hacía olvidar que esto era trabajo. Que no era amor. Que era parte del trato.
—Necesito que vayas por estas copias al piso ocho. Ashley te dirá dónde —me dijo él sin levantar la mirada de la pantalla.
Tomé los documentos y asentí.
Al salir, la secretaria pelirroja me esperaba sentada, mirándome como si fuera una mancha en la alfombra persa del jefe.
—El señor Gardner quiere estas copias. ¿Puedo…?
—Piso ocho, ala izquierda. Aunque... no sé si tú sepas usar una fotocopiadora. Te ves más de las que firman cheques, no de las que trabajan —dijo sin mirarme siquiera.
No respondí. Caminé al ascensor, pero mis pasos se aceleraban. Al llegar al piso ocho, el ambiente era aún más pesado. Apenas entré a la sala de impresión, sentí las miradas.
Claire estaba allí. Con otras dos emplea