ELIAS Y AGATHA

LISSANDRA

—¿Seguro que no estás nervioso? —le pregunté a Ashton mientras él sacaba con cuidado la cajita con el trozo de pastel de cereza que había preparado esa mañana.

—Estoy emocionado —dijo con una sonrisa mientras abría la cajita y me ofrecía un tenedor—. Pero tú no has comido nada desde el desayuno, amor. Y no quiero que entres a la consulta sin algo en el estómago.

Suspiré y me acomodé en la silla de la sala de espera, rodeando mi vientre ya prominente con ambas manos. A veces todavía me parecía un sueño. Seis meses. Seis meses con ellos creciendo dentro de mí. Y ahora… quizás al fin sabríamos si eran niños, niñas, o como muchos apostaban en el grupo de amigos, uno de cada uno.

—¿Estás seguro de que esto no es trampa? —reí, mirando el trozo de pastel—. Si los bebés no se mostraban hasta ahora, ¿qué tal si se emocionan con el sabor dulce del pastel?

Ashton se encogió de hombros, divertido.

—Si el pastel los hace moverse y girar para que los podamos ver, entonces es ciencia pura.
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