Salimos de la mansión y llegamos al auto donde nos esperaba el chofer.
—No usarás abrigo. —Su voz fue grave, rasposa.
—¿Por qué?
—Porque si lo llevas, nadie verá lo que es mío.
Me mordí el labio. Me subí al auto sin decir una palabra más.
Llegamos y Ash bajó y abrió la puerta, me ayudó a bajar y puso su brazo para que yo me afirmara de él.
El restaurante era elegante, exclusivo. El tipo de lugar donde se firman tratos millonarios con una copa de vino y una sonrisa falsa.
Ash caminaba a mi lado como si el mundo le perteneciera… y yo, con cada paso, me sentía más suya.
Cuando entramos, el socio al que íbamos a ver se levantó con una sonrisa.
—Ashton, por fin. Y… oh, vaya. ¿Ella es…?
—Mi prometida —dijo sin esperar— la futura señora Gardner… Lissandra
Me tomó de la cintura y me acercó, como si su toque reafirmara mi título.
—Un gusto —dije, tendiéndole la mano al hombre. Él la besó con respeto, pero noté cómo desviaba la mirada una vez más hacia el vestido. Específicamente mi escote.
Ash