Los Belrose, Arnold y Estela, estaban de pie contemplando el salón de paredes de piedra y muebles de madera en un estilo rústico. El hogar encendido envolvía la sala en un ambiente acogedor contrarrestando la fría brisa marítima.
—Sean bienvenidos —dijo el doctor Branson limpiando con disimulo las lágrimas de su rostro mientras entraba después de Hatsú en el salón—. Karan, un amigo de mi hi.. de Hatsú me habló de ustedes y de que necesitaban refugio. Aquí estarán a salvo. Síganme por acá, he preparado tres habitaciones para ustedes, espero me disculpen que no pueda darles una a cada uno, pero esta casa no es tan grande.
El doctor Branson subió las escaleras seguido por los Belrose. La señora Lilian se quedó de última y miró a Hatsú con algo de condescendencia. Tomó una de las frías manos de la muchacha entre las suyas y le preguntó:
—¿Estarás bien? —la chica asintió con los ojos llenos de lágrimas— Recuerda que estamos contigo, querida, y te amamos.
La señora Lilian hizo un gesto