“Toc, toc”
Tocaron suavemente la puerta de su habitación.
Amaya salió del baño descalza, envuelta en una toalla blanca, con el cabello escurriendo agua y mojando el piso por donde caminaba. Abrió creyendo que era Carmín para anunciar la cena, pero se sorprendió al ver a Ryu en el umbral. Se veía atractivo con el largo cabello negro sujeto en una media cola, cazadora de cuero marrón claro, camisa color crema y vaqueros ajustados. De inmediato, se ruborizó cuando él la miró de arriba abajo sin ocultar un brillo de satisfacción en los ojos violeta.
—Llegué en buen momento, puedo secar tu espalda, si quieres —dijo él, juguetón, entrando en la habitación.
Amaya tragó con dificultad y apartó la mirada de los ojos traviesos del vampiro.
—¿Qué quieres? —preguntó en un hilo de voz apenas audible. Ryu ladeó la cabeza
—¿Lo que quiero?, se me ocurren varias cosas.
Ryu dio un paso y se acercó más a ella. La ex cazadora retrocedió dos, alarmada, sujetándose la toalla con fuerza.
—Ryu, por fa