Por las mañanas se desataba el caos. Lili y Max peleaban a cada instante por cualquier cosa mientras se arreglaban para ir al colegio. La señora Lilian intentaba mantener orden al mismo tiempo que preparaba el desayuno y el señor Marc corría apurado con un termo de café en la mano y una rebanada de pan tostado en la otra, le daba un beso a su mujer antes de salir disparado al hospital, donde trabajaba como enfermero hasta.
Cuando se iban, una deliciosa calma se apoderaba de la casa. La señora Lilian se sentaba sin prisas a disfrutar su desayuno y ahora que tenía a Hatsú, decía disfrutarlo aún más al tener alguien con quien conversar. Hatsú no hablaba mucho, pero le dedicaba miradas atentas con sus grandes ojos azules y asentía cada vez que la señora comentaba algo y Lilian parecía conforme, bastante conforme de hecho.
Pasada ya una semana desde que llegó a ese hogar, Hatsú no se decidía a irse. Le gustaba el ambiente acogedor de la casa donde todos la habían recibido con calidez, so