Dariela
¡Maldición! ¿Cómo pudo fallar mi truco? ¿Cómo pudo él resistirse a mi habilidad?
Era poderoso, pero manipulable, así que debió ser pan comido que se rindiera a mí. El plan parecía sencillo, pues ya lo había hecho antes, incluso con mates. ¿Que no era el lazo de los mates más fuerte que cualquier sentimiento?
Entonces, si fui capaz de interponerme entre un vínculo como ese, ¿cómo no pude lograr que Liadrek me escogiera y se entregara a mí?
—Maldita Laurel... —mascullé, con los dientes apretados por la ira—. No la entiendo... Ella debió ponerse celosa, sentirse herida, reclamarle, ponerlo a la defensiva para que sus emociones aumentaran la negatividad.
—¿Por qué no lo hizo? Cualquier mujer con un corazón latiéndole se habría interpuesto entre su hombre y una intrusa. ¿Y por qué Liadrek pudo romper el espejo si ya lo tenía en mis manos?
—Él la amaba... ¡Era eso! Un sentimiento puro y fuerte, inquebrantable... Amor...
Me daba tanta curiosidad... Me pareció fascinante cómo ni pensó