Liadrek
Los recuerdos regresaron frescos a mí a medida que corría por el bosque. Me vi allí, en busca de mi mate, mientras en la manada se llevaba a cabo una matanza.
Ya había perdido a mi madre, así que no me daría el lujo de perderla a ella también. Fiorella era lo único que me quedaba.
—¿Dónde está Fiorella? —le pregunté a su grupo de amigas, quienes, junto a otras personas, corrían desesperadas hacia un escondite.
—Ella se fue a entregarse a los cazadores, pues dijo que fue su culpa que nos atacaran. Te juro que intentamos detenerla, pero ella huyó de nosotras. Lo siento, Liadrek, pero no podíamos seguir arriesgando nuestras vidas —se disculpó la más cercana, alcanzando a los demás entre llantos y remordimiento.
Me quedé helado. No, no podía permitirlo.
Corrí, entre asustado, enojado e impotente. ¿Cómo se atrevió a ponerse en peligro? ¿Acaso no pensó en mí? Ya había construido nuestra casa cerca de mi madre, tenía un medio de sustento para ambos y nuestra hortaliza.
Ya la fecha de