LaurelMi corazón latía vehemente a medida que me acercaba al comedor. Traté de controlar la exaltación en mi pecho con respiraciones largas, pero nada funcionaba contra esta ansiedad que me tenía inquieta.Ayayay...Debía calmarme y ser valiente. Ya era momento de enfrentar a Liadrek y saber dónde estaba parada. Solté una última exhalación y aumenté la velocidad de mis pasos, llegando finalmente al comedor.Allí estaba él, con la misma tranquilidad que lo caracterizaba, como si no hubiera puesto mi mundo de cabeza.Suspiré y me acerqué al comedor, captando su mirada.Me congelé en mi lugar, pues estaba demasiado nerviosa. No pude evitar su mirada, así que me sumí en el azulado plateado que me contemplaba con la misma intensidad de siempre, como si todavía yo fuera la dueña de su corazón.Y flaqueé. Toda la valentía que tuve mientras no lo veía se fue a la borda, y ya no estaba segura de aceptar, con calma y madurez, que su mirada especial perteneciera a otra.No, Liadrek era mío...A
LiadrekMis pasos sigilosos dejaban un chasquido, provocado por la humedad en las hojas que pisaba cada vez que avanzaba por el camino trazado en medio de los árboles.La brisa fría me golpeaba la piel sin un atisbo de piedad, lo que, algunas veces, provocaba leves temblores en mi cuerpo.Poca luz me guiaba, pues el cúmulo verde oscuro opacaba los pocos rayos solares que intentaban colarse en el bosque.Mi mente iba ajena al peligro, también distraída en los detalles naturales que me rodeaban. No tenía un rumbo fijo ni un destino trazado; solo era atraído por un olor dulce que me provocaba emociones encontradas: calidez y culpabilidad, redención y tristeza.Las palpitaciones de mi corazón se hacían más intensas a medida que salía del bosque. Era como si lo que me esperaba afuera controlara mi interior y jalara de un lazo invisible que me tenía cautivo a su voluntad.Salí a un claro y vislumbré un arroyo que brillaba. Había una figura femenina allí, rodeada de humo. Caminé hacia ella c
LaurelParpadeé varias veces antes de dejar que la luz que se colaba por la ventana me despertara. Me incorporé de golpe, pues, al parecer, ya la mañana estaba avanzada.Ayayay... ¡Es tarde!—Ummm... —se quejó Liadrek a causa de mis movimientos bruscos al tirarme de la cama. Entonces recordé que me trasnoché por su culpa.No pude evitar observarlo por unos segundos, en los que mi sonrisa de tonta me iluminaba el rostro —o eso me imaginaba—, pero, de seguro, parecía una loca ahora mismo.Mi beta hermoso, ¿cómo era que su cabello se veía intacto? El mío parecía un nido de pajaritos mal hecho.Ay, ¡qué envidia!Supuse que se debía a lo lacio que era, pues su cabello siempre estaba brilloso y en su lugar. Solo unas pocas hebras se salían de la perfección, pero hasta con las manos podría peinarlas.Ayayay... Liadrek era la belleza viril encarnada. Y se veía tan apetecible así, dormido.Ay, todavía no me creía que todo eso era mío.Mi corazoncito dio un salto de alegría y dicha. Me sentía t
LiadrekTodo iba de maravilla, demasiado perfecto como para continuar así. ¿Por qué no podía tener paz completa? Siempre había un evento que acababa con mi tranquilidad y, por supuesto, este día no sería la excepción.¡Por los Woses antiguos!¿Hasta cuándo tenía que soportar a este hombre ruin?—¿Qué haces aquí? —interpelé, cargado de rabia y descortesía.Su mirada burlesca me ardió la sangre y encendió unas ganas inmensas de enterrarle mi puño en su cara de idiota.—¿Desde cuándo los subordinados acosan a los invitados de su alfa? —dijo con arrogancia, como si su presencia fuera bienvenida aquí.No lo soportaba.—Draevor, yo no te invité —le respondió Laurel, hastiada.Me sentí mal por ella, pues pude sentir su cansancio emocional y estrés. No quería ser partícipe de su malestar, pero no podía evitar los celos que me consumían cada vez que veía a ese descarado. Era obvio que él buscaba su cercanía, que intentaba apartarla de mí.Y no se lo permitiría. Laurel era mía, mi pareja.—Bell
LaurelMe quedé pensando en la información que me dio Draevor, y una pregunta no me ha dejado en paz en todo el día: ¿por qué esa manada entregó a la Wosa a los cazadores?Según tenía entendido, en la región de lobos comunes, estos eran apreciados y hasta explotados, así que deshacerse de uno no era algo lógico.Miré a Dariela, que trataba de sacar su energía marrón ante Liadrek, quien la estaba guiando. Me intrigaba lo débil que era esa Wosa, pues le era difícil hacer una demostración de su poder.Suspiré.¡Era demasiado estresante ser una guía!Ayayay... mi cabeza era un lío.Contuve la respiración cuando Liadrek se acercó a ella y la ayudó a hacer movimientos que sacarían su energía, pero estaba muy cerca...Noté sus miradas profundas y cómplices, la familiaridad con la que se tocaban, cómo les era cómoda dicha cercanía...Ay, ya no soportaba ver la química entre ellos, esa conexión que fluía de manera natural.«Eres una tonta. ¿Seguirás permitiendo que ella toque a nuestra pareja?
LaurelSabía que mi repentino silencio y la manera tan profunda en la que estaba mirando a Zebela eran extraños y sospechosos, que debía reaccionar antes de que ellos se preocuparan, pero no podía evitarlo.Mi cerebro estaba trabajando rápido, hilando eventos y uniendo piezas.Ayayay... Yo ya no sabía qué pensar.—¿Todo bien? —la voz de Bastian me trajo de vuelta, entonces exhalé un largo suspiro y sonreí.—Sí, solo veo que Zebela está más enérgica. Por lo visto, alguien aquí sí entrena —comenté, acusatoria, pero Bastian solo resopló, desinteresado en mi sermón indirecto.—Soy el alfa. Como tal, necesito priorizar mi tiempo, en especial ahora que tengo unos gemelos que no descansan. ¡Son terribles! —se excusó, como siempre.—Ya que ustedes se han saltado algunos entrenamientos, vine para que practiquemos aquí.Los ojos de Bastian se entrecerraron, pero me esforcé en no delatarme.—Ummm... —masculló, para nada convencido.—¿Empezarás con tu insolencia? —le reclamé, a la defensiva, pues
Laurel Regresé a la manada cuando ya el sol se estaba poniendo. Justo cuando entré, las luces empezaron a encenderse y las madres recogían a sus cachorros, quienes se quejaban y pedían que los dejaran jugar un rato más.Suspiré y me dirigí directo al taller.—¿Dónde estabas? —La voz de Liadrek me sobresaltó, pues al que menos esperaba ver era a él.Mi cuerpo reaccionó al instante con sacudidas leves, mientras mi corazón latía eufórico por su presencia.Ay, qué tonto, todavía se alegraba de verlo.—Por ahí —mascullé, sin ganas de disimular que estaba molesta.Liadrek suspiró y se acercó a mí, meloso, como si nada hubiera sucedido.Ayayay, este chiquillo era un cínico, descarado, cara dura...—¿Peleas conmigo en tu mente? —preguntó, enarcando una ceja, al tiempo que me miraba con una profundidad que aumentó mi nerviosismo.No, no me dejaría debilitar por sus encantos.—Creí que estarías haciéndole compañía a tu víctima... es decir, a tu "protegida". Es más, deberías mudarte con ella; a
LiadrekMis manos todavía temblaban cuando entré a mi habitación, incrédulo de lo que había hecho. ¿Cómo pude pedirle un tiempo a la mujer que tanto me costó conquistar?¡Era absurdo!Me apreté el cabello y, por primera vez en mi vida, maldije. Fuerte y audible, con el dolor fluyendo en cada profanación.Y me derrumbé. Caí de rodillas al suelo, con el corazón sangrando y la impotencia obstaculizando el ritmo regular de mi respiración.—¡Soy un imbécil! —despotriqué en mi contra, airado y desesperado.Entonces el arrepentimiento me acarició con sutileza, hasta que el peso de mis últimas acciones me empezó a aplastar y, entonces, lo entendí: Laurel tenía razón en todo.Me sentí una escoria.—Yo te fallé... —reconocí, mortificado, y de momento tuve el impulso de correr hacia ella y pedirle perdón.Necesitaba decirle lo mucho que la amaba, que nadie era más importante que ella en mi vida, que haría lo que fuera para recuperar su confianza.¿Por qué tuve que hacerle esto?—Primero le fallé