Kaia
Nevan inició a guiar mi mano de arriba hacia abajo, lento, cuidadoso y sin dejar de mirarme. Yo estaba atenta a los movimientos para que me quedaran grabados.
Él empezó a temblar y jadear bajito, también pronunció algunas palabrotas que me sonrojaron.
Se sentía tan satisfactorio hacerlo disfrutar.
—Ya, solecito, o voy a correrme. —Detuvo los movimientos y me quitó las manos.
—¿Eso es malo? Tengo entendido que es porque quedas satisfecho —le pregunté, un poco confundida.
—No es malo, pero quiero hacerlo dentro de ti. Si quieres que lo hagamos hoy, claro. No tienes que hacer nada que no desees —aclaró.
—¿Y no te excitas de nuevo?
Él se sonrojó.
—Supongo que sí, pero nunca he tenido relaciones sexuales, por lo que no podría asegurar qué pasará.
—¿Eres virgen? —Mis ojos se abrieron bien grandes por la sorpresa.
Creí que él se había apareado antes.
—Sí. Nunca quise aparearme con nadie. Me estaba guardando para ti. He tenido encuentros con otras chicas, pero nunca crucé ese límite. Sol