Kaia
Papá y yo entramos a la mansión en un silencio tenso. Noté la alegría de Nivi en sus ojitos violetas. Él empezó a flotar por doquier, muy feliz, mientras que yo admiraba cada centímetro del lugar donde crecí.
¿Por qué lo percibía diferente?
Solo me fui por tres días, pero sentía que fue por mucho más tiempo.
La familiaridad me golpeó con el olor a perfume que destilaban las velas aromáticas que la servidumbre encendía en la noche y que dejaban su esencia en todo el día.
Las luces estaban encendidas, pero no había nadie en la sala. Solo papá, Nivi y yo.
Estar en casa se sentía muy bien, pero, al mismo tiempo, extrañaba a Nevan. Y pensar que estaría sin verlo por cuatro largos días...
—¡Mi niña! —gritó mamá desde las escaleras que dirigían al área de las habitaciones, y se me abalanzó encima tras flotar hacia mí.
¡Ah! ¿No podía usar sus pies como las personas normales?
—¡Mamá, te extrañé mucho! —Cerré los ojos cuando sus brazos me envolvieron.
Qué calma...
El olor de mamá era un bá