Nevan
Los latidos de mi corazón aumentaban a medida en que me acercaba a Luz. Mi respiración agitada podía escucharse y mis ojos debían estar más negros de lo regular.
Tomaban ese color cuando me convertía en mi parte salvaje, lo que me hacía lucir más tenebroso.
Agitado y cansado, llegué a la manada y fui recibido por los guardias, que me hicieron una pequeña reverencia al reconocerme. Volví a mi forma humana, pero no me molesté en vestirme; al fin y al cabo, mi pantalón roto cubría mis partes íntimas.
Suspiré cuando visualicé la casa y traté de calmarme. La madrugada estaba avanzada, así que mamá debía estar dormida y, en su estado, era mejor no sobresaltarla.
—Mejor descanso un poco y la enfrento en la mañana —dije para mí y entré.
El olor característico a especias y plantas se escurrió por mis fosas nasales, y sonreí al sentirme en casa. Había extrañado este ambiente familiar que se mantenía en el aire, aunque no hubiera nadie alrededor. Era como algo espiritual.
Subí las escaleras